Son productos cerámicos
los objetos obtenidos a base de arcilla cocida.
La arcilla está constituída por partículas
pequeñas que provienen de la descomposisión de
los feldespastos. Es un silicato de alúmina hidratado,
coloreado por óxidos de hierro e impurezas.
Esta puede ser plástica y no plástica. Las plásticas
se caracterizan por contener mucha agua y las no plásticas
porque estan completamente secas.
Al mojarse, la arcilla desprende un olor característico
y da origen a una pasta aglutinante: la arcilla plástica
empleada en moldeado.
La arcilla se utiliza desde hace varios milenios para la fabricación
de tejas, ladrillos, alfarería, etc. Calentándola
a una temperatura de unos 1,200 grados, la arcilla se transforma
en terracota o productos cerámicos. Su color gris al principio
se vuelve rojo a consecuencia de las impurezas ferruginosas que
la roca contiene.
El caolín, es arcilla muy pura que se utiliza para la
fabricación de la porcelana.
La tierra de batán, es una arcilla esmética o
detergente, que tiene la propiedad de absorver las materias grasas.
La bentonita es una arcilla rica en magnesio, que mezclada con
agua, da un barro tisotrópico. Se utiliza para la ejecución
de cimentaciones especiales.
Dentro de los productos cerámicos destinados a la construcción,
están: los ladrillos, las tejas, las baldosas, los tubos,
los adobes, los azulejos y las porcelanas.
Fabricado con arcilla cocida, sirve para levantar paredes, muros,
tabiques, revestir pozos y cisternas y que entra en otras muchas
obras. Suele medir 28 cm. de largo, 14 de ancho y 7 de grueso.
Desde los tiempos más antiguos, el ladrillo ocupa, un
lugar preferente frente a las construcciones.
El color del ladrillo depende de la proporción de óxido
de hierro que contienen las arcillas y de la temperatura de cocción
y la calidad se basa en la elección de la tierra.
Para fabricar los ladrillos se comienza por extraer la tierra
o arcilla, que puede ser con palas o picos (manual), o con máquinas
(mecánica). Si ésta esta demasiado sucia, se procede
a la levigación, para separar las impurezas.
Luego que se extrae, se corrige, se mezcla y se amasa con agua,
en un tanque circular, para luego llevarla a los moldes, donde
se les da la forma que se desea, en la gradilla; de ahí,
se sacan para el desecado, que consiste en colocar los ladrillos
en un lugar de amplia ventilación, protegidos del agua
y del sol, con la finalidad de que pierdan el agua que obtuvieron
en el amasado, antes de entrar en el horno, para así evitar
una evaporación brusca, que traería como consecuencias
grietas, roturas o deformaciones. También se usan las
máquinas de desecado, las cuales son más factibles
y económicas, ya que éste resulta más rápido,
más uniforme y perfecto, dando como resultado un producto
de mejor calidad.
Por último se pasa a la cocción, que es lo que
le da resistencia a los ladrillos. Esta se realiza en hornos,
que pueden ser de varios tipos: Los de hormiguero, son los que
se forman de los mismo ladrillos que se van a coccer. Los intermitentes,
que se usan muy poco por su escaso rendimiento. Y los Hoffman,
que son los más modernos y representan un avance en cuanto
a cocción se refiere, los antiguos eran de forma circular
y los modernos son de forma ovalada.
En los lugares donde no abunda la arcilla, los ladrillos se
fabrican con cal y escorias, o yeso, de piedra pómez y
cal, de cemento y arena, etc.
Por razones de aislamiento o por economía de material,
se fabrican los ladrillos huecos, que en estos al moldearlos,
se dejan huecos rectangulares. Son muy usados en la construcción
de pisos, intercambiando filas de ladrillo y viguetas delgadas
de concreto armado.
Según el lugar del horno en que se realice la cocción,
los ladrillos adquieren diversos tonos: los de la parte superior
son más claros y propensos a desmoronarse, los que se
hayan en el medio tienen igual defecto y absorven humedad y los
de abajo suelen estar bien cocidos, pero a veces presentan manchas
más claras y otras coloreadas, el que ha recibido una
cocción a punto tiene la dureza deseada y el color encendido;
los ladrillos que se queman, por exceso de calor, se presentan
apegotados, retorcidos, de color negruzco y se emplean para molerlos
o para relleno.
Los ladrillos de tipo aislante o los que se utilizan en mampoterías,
que no pueden soportar pesos excesivos, se amasan con sustancias
combustibles que luego se consumen en los hornos, con lo que
se obtiene un material poroso.
Cuando se exige un ladrillo más compacto y resistente,
se obtiene el ladrillo prensado. Que se utilizan para revestimientos
de frentes, se hacen de masa fina y se dejan vitrificar algo
durante la cocción.
Los ladrillos refractarios, son los fabricados con arcilla que
contengan un alto porcentaje de alúmina y un bajo porcentaje
de
óxidos. Resisten temperaturas hasta de 1580 grados centígrados,
por eso son utilizados para la construcción de hornos.
El ladrillo macizo ordinario siempre
es muy empleado y permite construir excelentes paredes portantes
de carga.
Los ladrillos de paramentos especiales fabricados para la ejecución
de fachadas y de elementos vistos, están constituidos
a base de mezclas y preparaciones más estudiadas y presentan
una amplia variedad de tonalidades de color.
Los perforados son los que cuyos agujeros representan apróximadamente
un 25% de huecos, son mejores aislantes que los precedentes.
Su tamaño mayor permite una puesta en obra más
rápida.
Los huecos, mucho más ligeros y de mayores dimensiones,
permiten la realización de paredes a la comprensión.
Estos se unen con mortero de cemento cuando se trata de obras
expuestas a la intemperie o con yeso, si se trata de tabiques
interiores.
La argamasa que une a los ladrillos o lo que se llama también
mezcla, se compone de cal y arena amasada con agua, a la cual
se le agrega cemento, si se desea mayor poder adhesivo y durabilidad.
Un ladrillo de buena calidad debe producir un sonido claro cuando
se golpea, las aristas vivas y las caras bien dejadas, que no
tengan grietas, color uniforme, masa homogénea y facilidad
de corte.
Pieza de barro cocido, de forma acanalada, que se usa para cubrir
y resguardar los techos, armaduras o cubiertas de los
edificios.
Las tejas son delgadas placas (planas o curvas) de tierra
arcillosa mezcladas habitualmente con arena, que se endurecen por
cocción.
Para fabricarlas, cualquiera que sea su clase, se amasa la arcilla
formando láminas delgadas que luego prensan y moldean
para ser cocidas finalmente, en los hornos o tejares, en un proceso
semejante a la fabricación del ladrillo. Se les puede
dar un acabado, tornando suave y brillante su superficie.
También existen tejas decorativas, con las cuales puede
lograrse bonitos efectos artísticos.
Las tejas se clasifican en curvas o planas.
Las curvas pueden ser árabes y flamencas. Las árabes
son acanaladas y las flamencas tienen sección en forma
S.
Estas deben ser impermeables, resistentes y de sonido claro
al chocarlas.
Se utilizan sobre cubiertas con ángulos de pendiente
similares a 45º, y hoy se ven en algunas con poca pendiente, lo que evidencia
un recubrimiento puramente estético. En el campo se utiliza con frecuencia.
Proporciona un excelente acabado aunque es pesada y costosa.
Para su instalación se construye un armazón de cerchas en madera
sobre las que van listones. La teja se asegura
con cemento, dejando hacia arriba la parte cóncava y
hacia abajo la convexa para que escurra el agua.
¿POR QUÉ ELEGIR TEJAS?
-
Por la resistencia y durabilidad que confiere el material,
además un diseño que le otorga distinción
a su techo, haciéndolo atractivo estéticamente.
Pero sin perder solidez.
-
Porque además se puede encontrar en el mercado una
gran variedad de colores.
-
Porque la gran mayoría son impermeables, resisten
a impactos, facilitan la aislación térmica
y acústica.
-
Se evitan los gastos que acarrean la losa, membranas
y otros elementos, que día a día tienen que
ir perfeccionándose para evitar las filtraciones,
el frío y el calor...
El color rojo de las tejas, se obtiene por el óxido
de hierro que contiene. La teja de color negro, se obtiene
por retirar el óxido de hierro de la arcilla, y se
agrega manganeso. Las de color verde, se obtienen porque
se le agrega cobre a la masa.
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SITUACION y ESTRUCTURA
DE LAS TEJERAS |
Localización:
El apartamiento de esta tejera del núcleo
habitado respondía, lógicamente, a razones higiénicas
(humos, olores, etc.) y de seguridad (posibilidad de incendios)
además de económicas, pues la necesidad de un amplio
espacio y de infraestructura y edificaciones específicas
hacían aconsejable y más rentable su ubicación
en las afueras del casco urbano.
Existen y sobre todo existieron un buen número de
tejeras los alrededores de Grado:
En Sestiello:
La tejera de arriba (este artículo va dedicado,
especialmente, a esta tejera, que viví en plena producción
y a las gentes que trabajaron en ella. Ya no existe, cubierta
por la rotonda de la autopista de Sestiello en Grado).
La tejera de Santiago.
La tejera de Coalla.
En Llantrales:
La tejera de Llantrales:
Actualmente está en pleno rendimiento la
tejera de la Espina en dicha localidad, propiedad de Manolo descendiente
de la tejera de Santiago de Sestiello
Estructura:
El conjunto de la tejera lo forman varios edificios y espacios acondicionados
especialmente para el aprovisionamiento, preparación, producción
y almacenaje de las piezas. Básicamente, estas instalaciones
son:
-Un amplio espacio, llamado tendedero o era, situado
en el extremo más
oriental y que en el tiempo que la tejera estaba activa se cuidaba mucho,
alisándose constantemente mediante rodillos.
-Almacenes: en este caso construidos en ladrillo y madera.
-Hornos: existen hornos que presentan diferente estado de conservación.
-Infraestructuras: son muy simples pero esenciales para la fabricación
de material de construcción. Para el abastecimiento de agua disponen
de pozos.
Barreras: Cantera para la extracción del barro.
Almacén:
El almacén es un edificio rectangular construido en ladrillo.
Las esquinas se reforzaban con contrafuertes de ladrillo dispuestas
a soga y tizón; asímismo,
a lo largo de la pared larga hay otros contrafuertes del
mismo tipo situados a tramos regulares. El
acceso al almacén se realizaba mediante puertas
de madera. La cubrición, con un sola caída bastante acusada
hacia el frente, se ha construido con tejado sobre un entramado de vigas
de madera.
Horno:
El horno se construye aprovechando los materiales de la zona.
Tiene dos partes esenciales: una subterránea para la cámara
de incineración, y otra superficial correspondiente a la parrilla
y la cámara de cocción.
A la primera se accede mediante un corto pasillo excavado
en la tierra, cuyo último tramo está
cubierto con una estructura abovedada. A esa entrada cubierta se pasa por
un arco que abre el hueco en una pared frontal de ladrillo que muestra
su lado corto en tres o cuatro hileras y el lado largo en una o dos alternativas.
Al final de este pasillo, un pequeño vano llamado boca de atizar
servirá para entrar la leña para el fuego.
El interior de la cámara de combustión es circular, con paredes
de ladrillo de las que, a 1,5 m. de altura aproximadamente, parten los
arcos que constituyen al tiempo el techo de este recinto y la parrilla.
Estos arcos de ladrillo se cruzan con ladrillos cubiertos de barro, formando
pues un techo con oquedades a modo de damera que permite el paso del calor.
La parte superficial del horno está centrada por la parrilla. Esta
es, como dijimos, de forma circular, coincidiendo en sus dimensiones con
la cámara de combustión. En altura, la parrilla se prolonga
en una amplia chimenea cilíndrica, que al tiempo es la cámara
en la que se depositan las piezas para cocer. Este recinto se construye
en ladrillo macizo . La cámara se cierra durante la cocción
con ladrillos planos colocados de modo que dejen espacios entre ellos para
permitir el tiro.
El acceso a la cámara de cocción se realiza a través
de un hueco abierto a media altura y suficiente espacio para permitir el
paso de un adulto -puerta de encañar- que es quien coloca las piezas
para cocer en el interior . La puerta de encañar nunca tiene la
misma orientación que la de atizar, sino que describe, al menos,
un ángulo de 90°.
PROCESO y FASES DE
PRODUCCION |
El trabajo del tejero, básicamente, es igual al del alfarero, si
bien aquél, por el tipo más sencillo y repetitivo de sus
producciones, no requiere de una elaboración tan cuidadosa.
Extracción de la materia prima:
La fuente de arcilla no dista demasiado de la tejera. Esta fuente, llamada
barrera se explotaba a desmonte para poner al descubierto las vetas de
arcilla que se debían extraer. La explotación
de
éstas se hacía a pico y pala y los tejeros lo recuerdan
como "el trabajo más duro que existe".
La extracción de arcilla se hacía a lo largo de todo el año,
pero fundamentalmente en invierno pues no se estaba ocupado en otras fases
de producción.
En la propia veta se diferencian los tipos de arcilla según el producto
al que se iban a dedicar y se extraían por separado; de este
modo, la arcilla más granulosa y con mayor cantidad de arena se
destinaría a la producción de ladrillo,
la más fina y pura a baldosas y la fina de
color parduzco a la fabricación de tejas.
Preparacion del barro:
Cuando la arcilla llega a la tejera (transportada en carros), se extiende
sobre la era para que se oree, es decir, para que se seque. Al tiempo,
se golpea con un azadón para romper los terrones –esterronar-
y extraer las piedras grandes; de este modo se convierte la tierra en un
fino polvo.
Cuando la tierra está seca, se lleva a la pila donde se le añade
el agua para que se convierta en barro, dejándolo reposar durante
24 horas para una adecuada mezcla.
Tras el día de reposo, se procede al barreo, es decir, a cortar
el barro con una vara de hierro de aproximadamente 1,5 m. de longitud,
en todos los sentidos con el fin de que agua y arcilla terminaran de mezclarse
bien. Así, si el barro estaba demasiado blando, se le añadía
tierra y si estaba duro, agua. Finalmente, y tras el barreo, se manosea
el barro para comprobar su punto óptimo.
Preparado ya el barro, se saca de la pila depositándolo en un montón
junto a ella y cubriéndolo con sacos húmedos para evitar
su secado.
Fabricación de las piezas:
Tejas
Delante del montón de barro se coloca la mesa del 
cortador con éste situado de espaldas al montón.
El cortador se situaba en el extremo estrecho y más bajo de la mesa
de cortar que era portátil, de madera, y se complementaba
con un cajón, también de madera, con agua colgando a un lado
y, al extremo opuesto del cortador, un segundo cajón abierto por
el lado que daba a la mesa con arena cribada o ceniza.
El cortador, ataviado con mandil, extendía parte de la arena que
extraía del cajón sobre la mesa, a fin de que la arcilla
no quedase adherida. Sobre esta arena colocaba el molde de la teja, llamado
gradilla, se volvía hacia el montón de
barro y, tomando una parte, la depositaba en el interior de la gradilla presionando para que se cubriese por entero. Posteriormente pasaba un rasero
de madera que eliminaba el barro sobrante y, empujando la gradilla hacia
el borde lateral de la mesa, separaba la teja pasando a su alrededor una
aguja -cuchilla metálica con mango de madera a modo de navaja-.
Si en el cajón, en vez de arena había ceniza, bastaba con
golpear la gradilla sobre ella antes de echar el barro para que luego la
teja se desprendiera fácilmente sin pasar la aguja, pero desde hace
tres generaciones, se optó por cortar la teja.
Finalmente, un ayudante recogía la plancha de arcilla desde el borde
de la mesa con un galápago: pieza de madera que
reproduce la forma de la teja curva y con un mango también de madera
para su sujeción. El galápago
se sujetaba con la mano derecha por el mango y con la izquierda por la
parte baja o cóncava del
mismo. Cuando recibía la pieza, el ayudante soltaba el mango y la
portaba hasta el tendedero pasándole la mano libre humedecida para
que la arcilla se amoldara bien a la forma curva. Una vez en la era, se
depositaba en el suelo y se separaba el galápago de la teja tirando
suavemente del mango.
La disposición de las tejas en el tendedero no era aleatoria. Se
colocaban en abanico, es decir, formando arcos con varias tejas tocándose
en sus bordes. Cada nueva teja se colocaba haciendo que el borde derecho
coincidiera con el izquierdo de la anterior. De este modo no sólo
se aprovechaba mejor el espacio, sino que además se permitía
el paso por el interior de la era pudiendo pisar entre arco y arco. 
La cantidad de tejas que un cortador experimentado podía hacer al
día era de unas 700 tejas, que se duplicaba
si consideramos que frecuentemente se contrataba a un segundo cortador.
El tiempo necesario para que las tejas se secasen dependía, lógicamente,
de las condiciones atmosféricas: en un buen día de verano,
las piezas fabricadas por la mañana podían recogerse al final
de la tarde. Si el día estaba nublado o se necesitaba acelerar el
tiempo de secado, se levantaban las tejas, apoyándolas
una en otra por una de las esquinas de su boca ancha. 
Ladrillos y baldosas:
Los ladrillos, macizos, se hacían directamente sobre el tendedero.
Allí, el cortador colocaba el molde (pieza cuadrangular
metálica con dos vanos correspondientes a la forma de los ladrillos),
depositaba la arcilla en los huecos, presionando, y luego pasaba el rasero.
También se cortaban con la aguja para separarlos del molde y después éste
se quitaba. Como lo normal era que las esquinas superiores del ladrillo
se levantaran al sacar el molde, se pasaba luego, cuando aún estaban
frescos, golpeándolos ligeramente con la palmeadora, que es una
tablilla de madera del tamaño del ladrillo o algo superior y con
un mango, también de madera, transversal para manejarlo.
La fabricación de baldosas, mucho menor cuantitativamente, se hacía
también sobre la mesa de cortar y con el sistema ya visto para las
tejas, aunque obviamente no era necesario curvarlas.
Cocción:
Una vez que las piezas estaban secas, se depositaban en el almacén
(siempre de pie) en espera de ser cocidas.
Para efectuar la cocción, se colocaban las piezas sobre la parrilla
en pisos desde abajo hacia arriba de la siguiente forma: Primero
dos pisos de ladrillos puestos de canto y en disposición ajedrezada
para permitir el paso del calor sin cortar el tiro del horno. Sobre ellos,
y sucesivamente, las caldas de tejas colocadas de pie sobre su
boca estrecha. Cada calda necesitaba ser acuñada, para lo que se
introducían
pequeños fragmentos de teja entre los intersticios que evitasen
que las piezas se movieran o pudieran derrumbarse al superponer nuevos
pisos. Cuando las piezas macizaban por completo la cámara de cocción,
se cerraba ésta colocando un último piso constituido por
ladrillos planos dispuestos en damero, y la boca
de encañar se sellaba
con ladrillos.
Una vez colocadas las piezas, se abastecía la cámara de combustión
con leña. Esta era transportada hasta el pasillo de acceso
a la cámara donde se depositaba en un montón. La persona
encargada de vigilar la lumbre, tomaba leña de este montón
con una horquilla de madera y lo introducía por la boca de atizar
repartiéndola por la totalidad del calentadero ayudándose
del hurgonero -larga vara de hierro con el extremo superior
ahorquillado y enmangado en un mástil de madera-. Cuando el fuego
se convertía en brasas, éstas se distribuían por el
calentadero mediante el esquirnador -pieza larga de hierro
enmangada que dispone en su extremo superior de una placa transversal,
también de hierro, que se maneja apoyándose sobre un ladrillo
colocado junto a la boca de atizar-; de este modo se batía la lumbre,
tratando de evitar que el calor incidiera especialmente en alguna zona
pues esto podía provocar el derretido y hundimiento de alguna bóveda.
El tiempo requerido para la cocción era de 20 a 24 horas, para un
conjunto de piezas que rondaba las 10.000 por hornada, alcanzando temperaturas
que oscilaban entre los 700 y 1.000º
C.
El calor no sólo era dirigido desde la cámara de combustión,
sino que desde el último piso de ladrillos finos que cerraban
la chimenea, se iban cerrando tiros a medida que algunas zonas del horno
ya tenían las piezas cocidas. Este cierre de tiros se hacía
tapando los huecos dejados por los ladrillos con barro tomado del montón
que se depositaba sobre el horno (de ahí la forma tumular exterior
de éste). Cuando se observaba que la totalidad de las piezas estaban
cocidas, se cerraban todos los tiros y se abría el horno para dejarlo
enfriar lentamente.
Tras los cinco días requeridos para que el horno se enfriara, se
extraían las piezas que eran almacenadas hasta su comercialización.
Estas piezas mostraban un color rojizo si estaban adecuadamente cocidas.
Frecuentemente, las que se habían situado en la parte inferior del
horno o donde más había incidido el calor, ofrecían
un color amarillento o blanquecino pues estaban demasiado cocidas, incluso,
ocasionalmente, se habían deformado por el exceso de calor llegando
hasta el derretido y formación de pegotes entre las piezas afectadas.
Las piezas situadas en la parte superior del horno, por el contrario, podían
estar poco cocidas, mostrando entonces un color pardo-negruzco.
Las piezas se extraían del horno, al igual que se metieron, a través
de la boca de encañar y en brazaos, desechándose las deterioradas
por derretido, las torcidas, las pandeadas (con el lomo cóncavo
en vez de recto), las rajadas o las que tenían verrujo (orificio
que se forma cuando estalla un canto del interior de la pieza).
Volumen de producción y comercialización:
Por lo general, la producción es estable anualmente, aunque ocasionalmente,
se hacían producciones por encargo. La producción
regular suponía unas 200.000 piezas, ya que se realizaban unas 20
hornadas por temporada.
El radio de distribución de los productos es de el propio concejo
y concejos aledaños.
La venta se realiza desde la propia tejera y es el comprador quien se encarga
de su transporte.
Los moldes de las piezas son todos ellos de
madera o hierro, y sus dimensiones son las siguientes:
-El molde de las baldosas es de 25 cms. x 25 cms., con un grosor de 1,5
cms.
-El molde de los ladrillos es de 28,5 cms. de ancho por 40 cms. de largo,
produciendo piezas de 131,5 cms. de ancho por 25 cms. de largo y 4 cms.
de espesor.
-La gradilla convencional mide 45 cms. de largo por 20 cms. de
ancho en su boca estrecha y 23 cms. en la boca ancha. El grosor de las
tejas era de 1,5 cms.
La mesa del cortador, conservada en el interior, tiene 90
cms. de altura en el extremo donde se colocaba el cajón de arena
y 85 cms. en el que se situaba el cortador. La superficie del tablero superior
es de 105 cms. de largo por 35 cms. de ancho y 6 cms. de espesor.
El hurgonero y el esquirnador, de altura variable, medían sin enmangar,
alrededor de 1,5 mts. el primero y superaba con creces los 2 mts. el segundo.
La diversidad de funciones realizadas en la tejera, unidas al
hecho de que muchas de ellas se simultanearan, hacían necesaria la colaboración
de varias personas contratadas para los momentos de máxima actividad.
Al mismo tiempo, y como el negocio familiar pasaba de padres a hijos, era
conveniente introducir al joven futuro tejero en el oficio aleccionándolo
desde los primeros pasos de la producción. Por otra parte, la división
del trabajo no sólo se observaba en cuanto al reparto de diferentes
tareas, sino que también se comprueba por edad como a continuación
veremos:
Los trabajadores más jóvenes, de doce o trece años,
eran los tendedores. Estos niños no pertenecían a la familia
del tejero sino que eran los chicos de otras familias del pueblo, que aprovechando
el período vacacional o que, como en los pueblos a esa edad era
común estar ya trabajando, no fueran imprescindibles en sus actividades
cotidianas, trabajaban para el tejero. Su tarea en la tejera consistía
en recoger las piezas de la mesa de cortar y colocarlas en el tendedero
según el sistema que antes vimos. También ayudaban a recoger
la tienda al final del día.
El futuro maestro tejero. como dijimos. comenzaba a trabajar de joven como
ayudante -lo que en terminología gremial sería oficial en
diversas funciones: en invierno trabajaba en el barrero en las tareas de
desmonte y extracción de la arcilla; en la tejera, vigilaba el oreo
de la tierra y las piezas, se ocupaba del almacenamiento de estas (antes
y después de cocer) e intervenía especialmente en el momento
de la cocción colocando las piezas en la parrilla, acuñándolas,
cerrando los tiros desde lo alto de la chimenea, atendiendo el fuego de
uno de los hornos durante la noche, sacando las piezas ya cocidas, etc.
El ayudante del tejero e hijo del mismo, compartía su tarea con
varios ayudantes contratados: adultos conocedores del oficio, que además
de las tareas mencionadas, solía ser también el pilero, es
decir, la persona encargada de preparar la mezcla de agua y arcilla en
la pila, de barrearla, manosearla y extraerla para preparar el montón.
Por último, el tejero, o maestro cortador, tenía como misión
no sólo la fabricación de las piezas, sino que su tarea empieza
con el manoseo del barro en la pila y la preparación del montón
junto al pilero. El cortador solía ser el cabeza de familia y dueño
de la tejera.
Así pues y recapitulando, vemos que en la tejera trabajan desde
adultos experimentados hasta niños aprendices ocasionales, organizados
de un modo que recuerdan la división gremial del trabajo. Por otra
parte, pese a que en la medida de lo posible se recurre a miembros de la
familia, la ingente producción y la necesidad de mano de obra obligaba
a recurrir al empleo de trabajadores entre los hombres del pueblo (en las
funciones directamente relacionadas con la producción no hay mujeres)
que son: los muchachos tendedores (uno por cada cortador), un pilero, un
cortador y ayudantes. Los contratados eran, generalmente, seis personas,
aunque no faltaron ocasiones en las que se requirió el trabajo de
hasta ocho o nueve. Su período activo en la tejera coincidía
con los meses de máxima actividad, en primavera y verano, con lo
que se les empleaba como temporeros durante cuatro o cuatro meses y medio.
Esto sitúa socialmente a los tejeros en una posición paradójica
dentro del contexto del pueblo: por una parte tiene puntos que le diferencian
del resto de sus convecinos: su oficio es diferente al de la mayoría,
imprescindible y exclusivo en el pueblo.
La producción de objetos de barro cocido, tanto material de construcción
como alfareros, se enfrenta al mismo problema técnico: la necesidad
de cocer las arcillas moldeadas. La solución a este problema apareció hace
aproximadamente 10.000 años en el Próximo Oriente, con la
construcción de los primeros y rudimentarios hornos para cocer el
barro destinado a la producción de objetos de uso doméstico
y de almacenaje de alimentos.
Desde entonces hasta hoy, la diversidad de hornos ha sido tal, que no han
faltado clasificaciones y ordenamientos tipológicos atendiendo a
su morfología externa, sistema constructivo, cronología,
etc. en espacios de carácter local, comarcal o regional... Pese
a esta infinidad y variedad de hornos, en realidad todos tienen un substrato
común; es decir, los hornos son muchos, pero el horno es único.
El concepto de horno es universal y no ha variado con el tiempo aunque
presente diversos resultados aparentes que responden a una diferente disponibilidad
de materia prima para su construcción, el tipo de producción
a que se va a destinar, a la propia tradición constructiva local,
etc.
Tres son las partes que definen a un horno para que
éste sea considerado como tal: una cámara de combustión,
en la que se provoca el aumento de la temperatura necesaria para la cocción
de los objetos, mediante la combustión de material inflamable. Una
cámara de cocción o laboratorio que aloja los objetos que
se desean cocer y que recibe el calor procedente de la cámara de
combustión. Una parrilla que separa pero, al mismo tiempo, comunica
ambas cámaras; separa pues impide el contacto directo entre las
piezas y el fuego sirviendo como soporte o
"suelo" sobre el que se depositan las primeras y comunica, pues pese a
que ha de ser resistente para no fundirse con el aumento de la temperatura
o con el peso de los objetos sobre ella depositados, también debe
permitir el paso del calor de la cámara de combustión al
laboratorio.
Como decimos, esencialmente esas son las partes que constituyen un horno
y siempre estarán presentes aunque con las variantes lógicas
de tamaño, destino -no es lo mismo que se desee cocer arcilla, que
pan, que fundir metal-, sistema de construcción, morfología,
etc.
Contamos con documentos aportados por la
arqueología que nos informan de que ya en época romana se
construían hornos cerámicos, en este caso para la producción
alfarera, con cámara de combustión de planta circular y cubrición,
es decir formación de la parrilla, mediante arcos.
Existe una cierta regularidad
en cuanto a la forma de los hornos según el lugar geográfico
y la función a la que se destina; de este modo, mientras en Galia
los hornos para material de construcción suelen ser rectangulares,
en Hispania este tipo de hornos se constatan en la zona catalana (por influencia
de la propia Galia), combinados con el pilar central y parrilla gruesa
de influencia ibérica.
En cuanto al sistema y materiales para su construcción:
indefectiblemente, la cámara de combustión se excava en el
suelo natural quedando siempre total o casi totalmente bajo tierra. Los
materiales con los que se construyen varían en la medida en que
abunda o excasea la materia prima; de este modo, mientras en unos se emplean
bloques de arenisca para conformar la cámara de combustión
y el perímetro
interno junto al ladrillo, en otros recurren exclusivamente
al ladrillo y el barro. Estos se construyen
con gruesos arcos de ladrillo revestidos con una fina capa de arcilla,
endurecida por el calor, que se reforzaba con nuevas aplicaciones cuando
se producían desconchones.
Pero si esto ocurre con los hornos romanos, tampoco hay diferencias esenciales
con los ibéricos, también de planta circular (o subcircular)
y con alzado en adobe sobre zócalo de piedra.
Más próximo, el horno ibérico, tiene una estructura
que nos es conocida: la cámara de combustión, de planta subcircular,
con unos 2,5 mts. de diámetro, se excavó en el suelo hasta
una profundidad de 1,80 mts. A esta cámara se accede tras una boca
de carga o praefurnium que en su parte inferior se sostenía en lajas
calizas. El alzado de la cámara de combustión era en adobe
y tapial, y para sustentar la cubrición –parrilla- se optó en
esta ocasión por un murete transversal a la boca construido también
en adobe. De este murete como de las paredes de la cámara, surgen
las arcadas que constituían la parrilla. Por su parte, la cámara
de cocción se alzaba en tapial configurando un espacio circular
de 2,85 mts. de diámetro reservando un hueco para la boca de encañar,
dispuesto en ángulo con respecto a la boca de carga.
El horno celtibérico se realizó con
ladrillo y bloques de arcilla cocida.
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