- Caprichoso, abrupto;
cadenas de montañas lo cruzan en todas direcciones;
dilatadas praderias, bosques umbrosos, caseríos
diseminados por montes y llanuras... (Grado
y su concejo - Fernández de Miranda)
- Es hermoso el
conjunto del Concejo de Grado, "célebre por
su grande extensión, temperatura, salubridad, riqueza
y feracidad", como Miñano dice en su Diccionario
geográfico.
El territorio de Grado alterna las amplias llanuras fluviales
con zonas montañosas muy despobladas y dedicadas a la
explotación ganadera. Este emplazamiento confiere a sus
campos una especial calidad, de ahí los famosos productos
hortícolas de la zona. La capital del concejo es la villa
de Grado, cuyo mercado agrario es el mejor de Asturias. La villa
fue fundada por Alfonso X el Sabio con anterioridad a 1.256.
Por ella pasaba el camino asturiano de la Ruta Jacobea. Grado
conserva todo el encanto de la zona rural asturiana, pero cuenta
con todos los servicios de una población media. Ofrece
grandes posibilidades de visitas tanto culturales, paisajísticas
como gastronómicas. Además de los platos típicos
de la gastronomía asturiana, Grado es conocido por sus
famosos tocinillos de cielo, delicioso dulce hecho con almibar
de azúcar y yemas de huevo. A 25 Km. de Oviedo, Grado
conserva todo el encanto de la zona rural asturiana y los servicios
de una población media, rodeada de montañas por
los cuatro costados.
El concejo de Grado limita al N. con los concejos de Candamo y Las
Regueras. Al S. con Teverga, Yernes
y Tameza. Al E.
con Proaza, Santo Adriano y Oviedo. Al O. con Belmonte
de Miranda y Salas. De topografía montuosa en general,
sin pronunciamientos excesivos excepto hacia el Mediodía
del territorio en los límites del vecino concejo de Teverga
donde se alza la sierra de Teverga y estribaciones del Cordal
de la Mesa. Por el límite Este, el río
Nalón riega una fertilísima vega, encajonada y
llana. Otros ríos más pequeños -Varas, Moutas,..-
atraviesan el territorio de Sur al NE vertiendo sus aguas al
Cubia y éste al río Nalón.
En esta página y desde estas tierras nos
disponemos rescatar del anonimato, del olvido, de los rincones
de la memoria o de los archivos del pasado, las imágenes
y los recuerdos fruto del carácter , el modo de vida,
las tradiciones y las costumbres de los pobladores de la zona
centro-occidental de Asturias.
El reflejo en esta recopilación de estas imágenes
y recuerdos, nos quieren decir y enseñar que en otros
tiempos, no tan lejanos, otras gentes, nuestras gentes, trabajaban,
se divertían, construían, celebraban o se desplazaban
de otras formas y maneras pero que, en lo esencial, perseguían
lo mismo que nosotros: recibir el legado de nuestros mayores
y, mejorado y ampliado, ponerlo en las manos de nuestros hijos
para que ellos continúen el lógico progreso de
toda obra humana.
En cada línea de texto, en cada imágen está el
recuerdo nostálgico de un tiempo pasado que siempre se
recuerda como feliz a pesar de las penurias y estrecheces que
pasaron las gentes que nos proporcionaron sus vivencias.
Creemos que es positivo que las jóvenes generaciones
conozcan un poco de la historia de nuestros antepasados. Ello
contribuirá a incrementar el cariño y el respeto
por todo lo que nos rodea. Si con este trabajo contribuimos un
poco a ello, daremos por cubiertos los objetivos que nos propusimos
al empezar esta recopilación
Cada vez la naturaleza, los trabajos de antaño, tradiciones
y costumbres, se encuentra, más lejos de la mirada de
los que vivimos en las ciudades con nuestros orígenes
semi-olvidados en la bruma del tiempo; los de más
edad, aun recordamos los tiempos vividos en zonas rurales donde
trabajamos la tierra en faenas que desafortuadamente están
cayendo en el olvido debido a que ya no se realizan. El contacto
diario con la tierra y sus productos, tomates, judías,
cebollín, berzas, maíz, escanda, ... así como
con los animales domésticos,
cerdos, gallinas, caballos, patos, burros, mulas, vacas ,
cabras, ovejas, corderos, ... están siendo imágenes
que desgraciadamente se convierten en algo del pasado, cada vez
más difíciles
de conseguir.
Desde el punto de vista de personas con una cierta edad que,
en tiempos, vivimos inmersos en la vida agrícola-ganadera
asturiana, resulta increible escuchar que hay muchos niños
para los que es una sorpresa enterarse de la procedencia de los
huevos o la leche y relacionarlos con los animales que los producen,
no saben nada de sus costumbres, ni de su utilidad, ni que decir
tiene de los modos de vida y costumbres de sus antepasados. Sin
embargo, somos muchos los que sentimos un gran deseo de hacer
aflorar todos estos conocimientos y recuerdos. Por esto,
queremos poner en este medio, la posibilidad de adquirir ese
conocimiento o evocar el recuerdo, logrando que no se pierdan
en el tiempo el modo de vida, las tradiciones y las costumbres
de los pobladores de la zona centro-occidental de Asturias, es
decir, las nuestras.
|
La vivienda tradicional de la zona centro-occidental de Asturias,
en la que solían
compartir espacio personas y animales, es de
adobe
y mampostería unido con argamasa, podía estar revocado
interna o externamente.
Aunque lo predominante son casas de planta baja, en altura, la vivienda
podía
tener hasta dos alturas. En planta, la estructura es la siguiente: portal, desde
el que se accedía a todas las estancias del edificio; la
cocina o llar,
separada o no del portal mediante tarimas o tabique.
Dos son los elementos utilizados para elaborar la comida: el
llar y la «forna».
El llar
o fogón, inicialmente sobre el suelo, está protegido
por piedras o ladrillo. Con posterioridad, se comienza a utilizar el
llar alto, sobre
poyo o meseta y, más tarde aún, llegan al concejo las cocinas
bilbaínas,
de carbón o leña. Sobre el llar se colocaban las trébedes, útil éste
de hierro en forma de aro o triangular con tres pies, que servía de asiento
a los cacharros de cocina. Algunas trébedes tienen mango con
un pie al final para facilitar su retirada del fuego sin quemarse.
Asimismo, sobre el llar se colocaban «les
calamiyeres» o «caramilleres», cadenas éstas
de hierro que colgaban de la chimenea o de
un triángulo
rectángulo de madera , el cual giraba sobre unas
bisagras para apartar «les
calamiyeres» a voluntad del fuego. «Les caramilleres» terminan
en un gancho sobre el que se colgaba la caldera. Asimismo, tenían otro
gancho para unirlo a algún eslabón de la cadena para
subir o bajar la caldera.
Sobre el llar, y por debajo del tiro de la chimenea, se colocaba
el «sardo»,
tejido de mimbre o avellano de unos dos metros de largo, que servía para
poner a secar sobre él determinados frutos: castañas, avellanas
o nueces. Por extensión, también se denominaba «sardo» a
pequeñas bandejas de mimbre que servían para servir la comida sólida:
torta, boroña, etc.
El útil de cocina más común era el pote, cacharro de hierro
muy barrigudo, de boca ancha, que se apoyaba sobre tres pies. Para poder asirlo,
portaba dos asas pequeñas y opuestas y otra grande semicircular, que servía
para colgarlo de «les calamiyeres». Como inicialmente no tenían
mesa, se comía a rancho directamente de dicho pote. Posteriormente,
se implanta la escudiella,
vasija semiesférica. Y el proceso culmina con
la incorporación de platos de barro y, recientemente, de loza.
Otro útil importante es la «ferrada» o
herrada, caldero de tablas de madera verticales que se usaba para
transportar el agua. Las tablas se amarraban mediante grandes aros
de hierro o latón,
más
anchos en la base y boca que en el resto del cuerpo. Para transportarlos y manejarlos
tenían un asa semicircular que arrancaba de unas anillas. Se extraía
el agua de ellas mediante el canxilón,
del cual se bebía directamente
o se echaba en vasos. Los
vasos, de barro cocido o de madera, son más
altos que anchos.
La «forna» u horno de leña para cocer o «aroxar» el
pán o la boroña suele estar proyectado en planta hacia
el exterior.
En
torno al llar, las familias «conceyaban» o
hablaban a veces con el riesgo de quemarse debido a que
saltaban chispas:
«María, si vas al monte,
no me traigas leña verde
que estándome calentando
me saltó una chispa al dengue». |
La planta baja tenía como solado tierra batida o entarimado
de madera.
El acceso a la primera planta se realiza por escalera de mano o de
peldaños. A
tal fin, podía contar con una trampilla en el piso superior, a través
de la cual se accede al mismo. El primer piso podía tener, a partir del
XVIII, corredor con rejas o barandillas que se desarrollaban entre columnas con
o sin capiteles (algunos podían estar tallados). Los corredores se
utilizan para secar las cebollas, los ajos, las alubias, el maíz, etc., que, una
vez secas, se almacenan en el desván o en el hórreo.
Carecían de retrete; éste no se utiliza hasta el siglo
XVIII, momento en el que empieza a extenderse su uso. Su ausencia
era cubierta con la cuadra.
Para asearse se utilizaban los palanganeros, en madera o hierro, y en los cuales
encajaba una palangana y o un jarro para traer el agua.
La planta alta, cuando existía, era la destinada a las habitaciones. Sobre
ella, o directamente sobre la planta baja, se colocaba el desván. La cubierta
se hacía a teja vana (teavana).
El mobiliario era escaso. Para sentarse se solían utilizar
el escaño y
las «tayuelos»,
banquetas de tres pies o troncos de árbol
partidos.
El escaño era
un banco corrido para tres o cuatro personas sujeto a la pared. Posteriormente
complican su estructura mediante una tabla horizontal giratoria que
se mueve sobre unos brazos laterales, uno a cada lado del escaño.
Esta tabla horizontal que servía de mesa provisional tiene una anchura
de 40-50 cm. Cuando se terminaba la comida, se subía la tabla, que quedaba
pegada a la pared, por lo que ésta ya no ocupaba espacio.
Otros muebles de cocina son las «espeteras», las maseras,
las alacenas,
los anaqueles y el calderil.
Las «esperteas» son tablas con garfios sobre los que se colgaban
los útiles
de cocina (sartenes, cazos, etc.) o carnes (de vacuno, de ave, etc.).
Las maseras son mesas dedicadas a amasar los cereales molidos y a guardar el
pan.
La ausencia de armarios es suplida con alacenas en las paredes, con o sin puerta,
y con los anaqueles.
El calderil es
un soporte de madera del que se colgaban las «ferradas» o
los calderos.
Podían tener o no visera para que la basura no cayera en
los recipientes.
No solían tener armarios roperos. Las ropas se colgaban de
clavos o perchas y,
para protegerlas, se cubrían con telas. La función de armario
ropero la desempeñaban los baúles,
en los que se solía guardar
la mejor ropa. Los mejores baúles son los traídos por
los emigrantes. Solían carecer de reloj rigiendo su vida por
el de la iglesia o el del ayuntamiento.
Las camas tenían un armazón de madera, hierro o bronce, en el que
encajaba el somier, normalmente hecho con sogas de esparto tejidas en retícula
sobre los agujeros laterales. Más reciente es el somier de tela metálica.
Dependencias auxiliares de la casa eran el
hórreo, la porqueriza (cubil),
el «llagar» y
el gallinero. Los útiles de labranza se solían guardar debajo
del hórreo, en tendejones, etc.
Para alumbrarse por las noches se utilizaba la «candilexa» o
candileja, el candil de carburo, de petróleo o de aceite, la campanilla, el farol
y las velas. El carburo, el más moderno de estos útiles, era
el más generalizado cuando llegó la luz eléctrica.
Es una construcción de planta casi cuadrada que se
levanta por lo común sobre cuatro pies llamados "pegoyos".
Para la cubierta, piramidal, se emplean, dependiendo del área
donde se ubiquen, tres tipos de materiales, la paja del centeno,
la pizarra y la teja curva, aunque en ocasiones un mismo
hórreo presenta varios de estos tipos de material.
Su ornamentación es común en
todos los casos y siempre muy rica. Pueden ser tallados o pintados.
La madera empleada es roble y castaño. Servía
como edificio auxiliar de la vivienda y podía pertenecer
a varias familias, e incluso tener puertas de acceso independientes.
El tipo de hórreo de tablas en vertical
y cubierta a cuatro aguas, que es el propiamente asturiano,
apenas sufre alteración alguna desde los hórreos
más antiguos, hasta los últimos ejemplares construidos
ya en el siglo XX. Esto hace suponer que el hórreo
asturiano nació en algún lugar de la zona central
asturiana desde donde se extendió de manera rápida.
El hórreo está levantado sobre cuatro
pegoyos o pies tronco piramidales de madera, piedra o
losas de pizarra superpuestas. Encima de estos pies, cuyo tamaño
varía entre 50 cm o 2 metros, se instalan las muelas,
unas piezas circulares o cuadradas de arenisca o caliza que
sirven para impedir el acceso a los roedores. Cuatro
vigas o trabes ensambladas
en cuadrado soportan el peso de la construcción, cuya
cámara se realiza con tablas
de madera llamadas colondras las
que forman las paredes y pontas
o sollas las del suelo; sobre las colondras se
colocan las vigas superiores o liños,
que sostienen la techumbre. La cubierta a cuatro aguas , como
ya hemos dicho, puede ser de teja, pizarra o paja. Para equilibrar
el edificio se colocan debajo de los pies unas plataformas
de piedra o pilpayos y
otras piezas de madera, más pequeñas (tazas)
entre los trabes y las muelas. El acceso se realiza
a través
de una escalera exterior de piedra o patín.
Tradicionalmente, hórreos y paneras han sido la despensa donde se curaban y conservaban los productos
cárnicos y lácteos, se guardaban los frutos secos,
las manzanas, las patatas, el grano, etc. En el exterior, colgados
de los gabitos, en el corredor o en la talamera, se secaban
los productos que lo requerían. También era frecuente
el uso como dormitorio ocasional, así como su empleo
para guardar el arca y la ropa. El caramanchón, que
en algunos lugares llaman "solana", era lugar ideal para el
secado de legumbres y, finalmente, el espacio inferior -cuando
no estaba ocupado por la plaza o el camino público-
servía como tendejón o lugar donde se guardaban
el carro y los aperos
de labranza o como cuadra cuando es un
espacio cerrado y cubierto, como ya hemos dicho anteriormente.
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